Muñecas

La muñeca es la articulación que tiene la movilidad más completa. Está vinculada al codo por el antebrazo y permite a la mano, vector final de la acción, moverse hacia todos los ejes del espacio. La mano proporciona al brazo toda su movilidad y potencia, convirtiendo a la muñeca en el vínculo entre lo que transmite la acción (el brazo) y lo que la realiza (la mano). Representa la puerta de la elección, la puerta de la implicación. En la ejecución de una acción, el brazo es el vector principal que se ocupa de la transmisión, mientras que la mano es el vector final que se encarga de la realización. La muñeca permite el vínculo entre los dos, proporcionando a la mano una movilidad total, una agilidad y una precisión direccional que no podría tener por sí sola. Por tanto, la muñeca permite la movilidad, la flexibilidad, la armonía de nuestras acciones y de nuestras opiniones, así como la proyección de esas mismas cualidades en relación a nuestra voluntad y a nuestra búsqueda de poder en el mundo y en el ser humano. Es la articulación consciente de nuestras referencias para la acción y para el dominio, y de la expresión manifiesta de nuestra voluntad.

Los dolores o traumatismos de las muñecas nos indican tensiones, falta de flexibilidad o de seguridad en nuestros actos, en nuestras opiniones o en nuestros deseos de actuar. Significan que lo que estamos haciendo carece de seguridad y de solidez. De esta manera, endurecemos las muñecas con la intención de volverlas más sólidas. Las tensiones en las muñecas expresan también la rigidez de acción, es decir, la búsqueda de poder en el mundo exterior (los objetos, la materia o los seres) y en nosotros mismos. Cuando nos impedimos a nosotros mismos hacer algo, cuando no nos damos la posibilidad, nuestras muñecas (y nuestras manos) se tensan y sufrimos. De la misma manera, cuando queremos hacer demasiado, cuando somos excesivamente voluntariosos o directivos y cuando la acción solo pasa por la voluntad y la fuerza, nuestras muñecas manifestarán su oposición y procurarán calmar ese exceso de voluntad y ese empleo de la fuerza produciendo dolor. Nuestro Maestro interior nos obliga de esa manera a calmarnos.

 

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